Reconocen a locutoras asesinadas en Oaxaca con Premio Nacional de Periodismo
* MUY JÓVENES PARA MORIR
Jesús Martínez Álvarez
Dos locutoras de Radio Coppala, La voz que rompe el silencio, de Oaxaca, fueron distinguidas con el Premio Nacional de Periodismo 2007 en la categoría de Orientación a la Sociedad.
Teresa Bautista Merino y Felícitas López estarán presentes en la ceremonia de premiación de una conmovedora manera: lamentable e irreversiblemente ausentes.El 7 de abril, ambas fueron abatidas por disparos de armas de fuego en una emboscada, de cuyas investigaciones se deriva la duda de si el ataque iba dirigido a ellas o al conductor del vehículo y miembro del gobierno del municipio autónomo de San Juan Coppala, Oaxaca.
El jurado que otorga el Premio, a su vez nombrado por el Consejo Ciudadano del Premio Nacional de Periodismo, consideró, sin embargo, que más allá de la conclusión de las investigaciones el suceso daba trascendencia a una labor que pasa casi siempre inadvertida en la grandes ciudades: la operación de las radiodifusoras comunitarias. Inadvertidas pasan también las dificultades que enfrentan las transmisiones comunitarias y quienes las realizan, a veces con riesgo de su vida, alejadas como están de los centros urbanos, donde los periodistas cuentan, al menos, con suficientes reflectores para inhibir a quienes quisieran reprimir sus voces.
En una zona particularmente conflictiva, Teresa y Felícitas, que apenas habían rebasado los 20 años de edad, se dedicaban a divulgar los derechos de las mujeres y de los niños y a promover el conocimiento de sí misma de una comunidad que cuenta con alrededor de 120 familias.Las transmisiones de La voz que rompe el silencio iniciaron en enero de este año y, de acuerdo con lo que afirman los responsables y los locutores de la radiodifusora, se habían recibido amenazas anónimas. A estas amenazas, las locutoras habían dado respuesta con un spot en el que sostenían: "Algunos piensan que somos demasiado jóvenes para saber… Deberían saber que somos demasiado jóvenes para morir".
El lamentable fallecimiento de las dos locutoras llamó la atención de diversas organizaciones defensoras de derechos humanos, incluyendo a la Comisión Nacional, así como a la Organización de las Naciones Unidas, la Comisión Interamericana de Derechos Humanos y Reporteros Sin Fronteras.
La decisión del Jurado del Premio Nacional de Periodismo es más que un reconocimiento a la labor de unas periodistas: se trata de una forma de subrayar el clima de violencia que enfrenta hoy el ejercicio del periodismo en nuestro país y que ha cobrado docenas de víctimas en diversos puntos de la República Mexicana,Representa, también, una vía para poner en relieve el ejercicio de la comunicación en los lugares más remotos del país, en donde el esfuerzo por hacer realidad cotidiana el derecho a la libertad de expresión consagrada en la Constitución requiere todavía de voluntades que abran brecha, palabra por palabra, lentamente, sin el amparo de grandes consorcios ni la virtual protección de millones de receptores.
Sin adelantar juicios y sin pretender suplir las investigaciones de la autoridad ministerial, y más allá de sus conclusiones, la tragedia de estas dos jovencitas es un llamado a la conciencia de todos los mexicanos respecto de la imperiosa necesidad de garantizar la libre expresión, que suele ser el síntoma más inmediato y el termómetro más eficaz para medir el grado de la solidez democrática de una sociedad.
El sustento de esta afirmación es que en todos los tiempos y latitudes, la primera medida que impone un gobierno totalitario es la de impedir todas las voces y sólo dejar la suya. Una sola verdad para todos, dictada desde el poder, que no desea que nada se sepa más que lo que él tenga qué decir. Nada, más que una voluntad; y nada, más que una visión de la realidad, para que ésta sea uniforme, monolítica, impenetrable.
La pluralidad, expuesta y visible, con todos los derechos, es la piedra angular de la democracia. La difusión libre de las ideas hace el pensamiento libre, crítico, múltiple. Nadie ha tenido nunca la posesión de la verdad y nadie tiene derecho a imponer la suya: todos tenemos derecho a expresar la propia, que se hace parte de la verdad colectiva cuando es expresada, analizada, sopesada, aceptada, confrontada, pero siempre difundida.
El Premio Nacional de Periodismo 2007, además de reconocer el mérito de otros periodistas en otras categorías, ha sido bien adjudicado en favor de la causa de dos locutoras que habían descubierto la alegría de comunicar sus ideas y, por lo tanto, en favor de la libertad de todos.
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